Por Hugo Sierra

Este es un relato cercano de mis vivencias y trasegar periodístico al lado de Carlos Buitrago, periodista con el que compartí en varias etapas de la vida como compañero de la universidad, colega en varios medios y amigo de familia. Fue casi medio siglo de relación personal y profesional.

Nos conocimos en el INSE (Instituto de Educación Superior) en el año 1976. Antes de llegar a estudiar comunicación social Carlos ya había pasado por la universidad. Venía de la carrera de ingeniería en La Libre, sede de Normandía, de donde salió porque se dio cuenta que esa no era su profesión. Como recién bachiller, yo aterricé en el INSE atraído por una propaganda en televisión en la que se anunciaba la carrera de comunicación social y periodismo.

Allí, en los salones y calles de Quinta Camacho, barrio histórico de Bogotá, comenzamos a construir una amistad que se fortaleció a lo largo de la vida por la coincidencia de ser boyacenses. Y fue precisamente el fútbol, que tanto nos gustaba y apasionaba -Carlos de Millonarios, y yo de Santa Fe- el que nos unió para siempre. Vivimos inolvidables momentos jugando torneos universitarios en el puesto de defensas. Esta titularidad no la ganamos en los equipos en los que jugamos años después, conformados por periodistas, gracias a nuestra buena estatura.

En las aulas del INSE, que funcionaba en varias casonas y cuya sede principal estaba en la calle 70A #12-08, que luego, a principios de los años 80s, se transformó en la Universidad de La Sabana con su campus de Chía; empezamos a delinear lo que serían nuestras carreras como profesionales del periodismo, que en esos años vivía el debate por la tarjeta profesional de periodista, la que se podía obtener empíricamente. Posteriormente fue derogada la Ley 51 de 1975 y se empezó a exigir que los periodistas fueran académicos.

En el barrio Quinta Camacho, Chapinero, donde vivimos nuestra juventud como universitarios, ayudado por dos amigos inseparables (Kaor Dokú y yo), Carlos se enamoró de una compañera de otra facultad. Entre encuentros furtivos y salidas a rumbear, conquistó a Aurora Rubio, estudiante de la carrera de preescolar en el INSE en ese momento, que se convirtió poco después en su esposa. Fue su compañera de toda la vida. Tuvieron dos hijos: Carlos (arquitecto) y Adriana (abogada), a quienes amó infinitamente.

Carlos Buitrago, su esposa Aurora, y sus hijos Adriana (sombrero negro) y Carlos Alberto (sombrero blanco) compartiendo en la fiesta de 15 años de mi hija Sandra Milena (pañoleta roja). Archivo personal

Meses antes de terminar la carrera empezamos a ver dónde hacíamos las prácticas, exigencia para podernos graduar. La amistad forjada en la universidad nos sirvió para llegar al mismo sitio: Radio Santa Fe. Allí nos recibieron como principiantes para hacer unos reemplazos por vacaciones de periodistas curtidos y nos quedamos, aunque poco tiempo, pero aprendimos mucho del oficio. Como hermanos gemelos salimos después para Radio Súper, donde empezamos a descollar como periodistas cubriendo información general: Carlos cubriendo laborales y yo judiciales. En Supernoticias, noticiero popular de mucha audiencia, conseguimos nuestras primeras ‘chivas’.

Luego, Carlos arrancó para Todelar, mientras mi destino fue el Grupo Radial Colombiano, cadena que acababa de nacer por iniciativa de los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela, de Cali. La historia de estos dos personajes el país la conoce bien. Allí conocí a un grande del periodismo radial, Antonio José Caballero -que también se adelantó a la vida eterna hace unos años- y a Martha Trujillo, periodista que cubría la fuente de Bogotá y que hacía sus primeros pinitos en la radio. Meses después, Martha y yo nos fuimos a trabajar a Todelar por una propuesta de Germán Salgado Morales, periodista consagrado en la radio, con quien habíamos estado en Súper y en el Grupo Radial. En el circuito del pueblo colombiano, como se promocionaba a la emisora de la familia Tobón de la Roche, nos encontramos otra vez con Carlos Buitrago. Él influyó para que nos llevaran para Todelar. Ahí se fortaleció el colegaje y la amistad.

El colega

Los directores del Noticiero Todelar de Colombia en esa época (año 1983) eran Antonio Pardo García y Daladier Osorio. Pero por decisión de Germán Salgado, quien era el jefe de redacción, nos convertimos en los redactores políticos del momento: Carlos cubría Senado y yo Cámara de Representantes. Los dos defensas en el fútbol otra vez se juntaron para cubrir Congreso. Fueron jornadas memorables informando al país sobre los grandes debates políticos y las leyes y reformas aprobadas, como la elección popular de alcaldes y gobernadores, por recordar solo una de las más trascendentales para la democracia colombiana en los años 80s.

En nuestro paso por Todelar trabajamos con dos compañeros de la universidad, que con los años se convirtieron en amigos y colegas para siempre: Hermógenes Ardila y Carlos Gómez Herrera. Y conocimos a un recién egresado, Luis Enrique Rodríguez, a quien bautizamos ‘El Pichón’ por lo novato y por un jugador de Santa Fe de la época, Aldo Leao ‘El pichón’ Rodríguez. Luis Enrique se consolidó con los años como un reconocido periodista radial.

En Todelar se estrechó la relación afectiva con Martha Trujillo, que meses después de irme de la emisora para el Noticiero Nacional de televisión cautivado por el gran maestro y amigo Javier Ayala, se convirtió en mi esposa. A partir de ese momento nuestra amistad con Carlos pasó a ser familiar. Compartimos fiestas, paseos, partidos de fútbol y éxitos profesionales siempre en familia. Y vimos crecer y formarse a nuestros hijos, que cuando pequeños nos acompañaban a los partidos de fútbol.

Aunque siempre nos invitó, nunca pudimos hacer el viaje a Guacamayas (Boyacá), su pueblo natal, a jugar fútbol y a participar de las fiestas patronales que se celebran a final de año. Antes de enfermarse, Dios le dio la oportunidad de disfrutar y gozarse con la familia, como nunca antes, las fiestas de diciembre pasado. Así se despidió de su amada Guacamayas.

Como periodista de distintos medios, El País de Cali y Caracol radio, por citar algunos, Carlos Buitrago cubrió grandes acontecimientos de finales del siglo XX y comienzos del XXI, que marcaron el rumbo del país. Elecciones presidenciales, candentes debates en el Congreso y la Asamblea Nacional Constituyente, que promulgó la Constitución Política de 1991, entre otros hechos históricos, tuvieron el sello informativo de este reportero político que dejó huella en el gremio.

Carlos Buitrago, izquierda con cachucha azul, en el campus de la Universidad de la Sabana en Chía, en el encuentro de ex alumnos convocado por la decana de la época, Diana Sofía Giraldo. Archivo personal.

‘Buitragueño’, como lo bautizaron sus colegas, fue el organizador de los equipos que se integraron con periodistas de diferentes medios en los años 90s y principios del siglo XXI. El más famoso fue el ‘equipo de los económicos’, en el que jugaron ‘figuras’ como Hermógenes Ardila, Silverio Gómez, Héctor Mario Rodríguez, Jaime Viana, Héctor Hernández, Efraín Pachón, José Triana, Vespaciano Jaramillo y José Suárez, entre otros, que cubrían esta fuente. Pero reforzado con colegas que trabajaban en otras áreas como José María Bolaños, Carlos Gómez Herrera, Jesús Garzón, Juan Carlos Martínez, Mario Sánchez y Francisco Tulande.

El amigo

Luego de su recorrido por varios medios, en los que se destacó por su rigor, criterio y buenas prácticas éticas, Carlos Buitrago se salvaguardó en la oficina de prensa de la Cámara de Representantes. Llegó allí para seguir ejerciendo como periodista político, pero desde la otra orilla, la institucional. Con el tiempo se convirtió en maestro de nuevos reporteros políticos. Trabajó los últimos años de su vida laboral en esta corporación legislativa y consiguió su pensión, de la que decía, podía vivir bien y tranquilo. Por esa razón, pese a las propuestas que le hicieron varios colegas, no quiso volver al periodismo activo en medios. Se retiró para vivir en familia, disfrutar a sus dos nietos (Juan David y Juan Felipe) y compartir de cuando en cuando con sus amigos de siempre.

Nunca dejó de llamar a sus más cercanos amigos, a los de la universidad, a los de los medios, a los que trabajaron con él en Congreso, para saber cómo estaban y cuándo se podían ver. “Q’ubo viejito”, era el saludo que acostumbraba a dar. No solo preguntaba por el estado de cada uno de nosotros, sino por la familia. Siempre en los cumpleaños y en las fiestas de Navidad llamaba para expresar de corazón sus mejores deseos para el nuevo año.

En febrero pasado, luego de haber disfrutado al máximo las fiestas decembrinas de su pueblo, Carlos empezó a mostrar algunos quebrantos de salud, que científicamente confirmaron días después la enfermedad que padecía: cáncer de páncreas. Fue sometido a un duro tratamiento médico que infortunadamente no dio resultado. Sin embargo, en los seis meses que transcurrieron se aferró a Dios y luchó hasta el último momento por seguir viviendo. Lo expresaba con su sonrisa característica.

En dos ocasiones los amigos más cercanos de la universidad lo visitamos en su apartamento. Allí nos congregamos dos tardes para darle ánimo y fortalecerlo espiritualmente, Adriana Díaz, Kaor Dokú, Carlos Gómez y Jesús Garzón, compañeros de pupitre en La Sabana. Recordamos momentos inolvidables que pasamos como estudiantes universitarios y hablamos de las grandes noticias que publicamos en los medios en los que trabajamos, de los colegas de los que aprendimos, de los jefes que nos enseñaron y de la crisis que enfrenta hoy el periodismo.

Compartimos no solo chistes, sino torta y jugo, con Aurora, su hija Adriana y su pequeño nieto. En los encuentros estuvo siempre presente el ‘mejor amigo del hombre’, su mascota Tommy (un Beagle), que siempre se acostaba a su lado, en los pies.

Al despedirnos, en la última visita a su apartamento, quedamos en que la próxima vez nos tomábamos un vino para celebrar que había mejorado en su salud con la misericordia de Dios. Con Aurora y Adriana presentes, nos dimos un cálido y fraternal abrazo que se prolongó por varios minutos. Tenía la sonrisa de siempre. Pero no hubo una próxima vez… El 7 de septiembre, al mediodía en la Catedral Castrense Jesucristo Redentor, rodeado de su familia y amigos, Carlos fue despedido en su viaje a la eternidad.

La celebración con vino quedó postergada para la vida eterna, a donde todos vamos a llegar a cumplir la cita. Allí nos encontraremos con ‘Buitragueño’ y la amistad será para siempre.

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