Arnulfo Briceño Contreras fue un compositor, cantante, abogado y pedagogo, que se destacó como uno de los más reconocidos exponentes de la música llanera, a pesar de haber nacido lejos de estas tierras.

Nació el 26 de junio de 1938 en Villa Sucre, Norte de Santander. Hijo de un carpintero, el pequeño Arnulfo quedó cautivado por un cantor callejero y desde entonces se inclinó por la música. De los once hijos, doña Isolina Contreras vio la curiosidad de Arnulfo por el canto y lo apoyó. A los 8 años debutó en el colegio en el día de las madres. Luego se presentó a la radio y ganó notoriedad como el pequeño cantor de Villa Sucre.

Ganó el concurso “Buscando una estrella” y fue premiado con su primera guitarra. A los 13 años conoció por circunstancias de la vida al prodigio Alfredo Gutiérrez, quien ya hacía maravillas con el acordeón. Conformaron el grupo “Los pequeños del vallenato” y empezaron a tocar en eventos, la radio y la televisión en Colombia y Venezuela, ganando el reconocimiento del público. El exitoso grupo se disolvió por el regreso a su tierra Caribe del acordeonero Alfredo Gutiérrez, y el pequeño Arnulfo empezó un nuevo camino.

Su niñez no fue nada fácil y debió trabajar para ayudar a costear sus estudios, sin dejar de lado su carrera artística. Más adelante, con la agrupación Los Vlamers, de Marco Rayo, vivió en México y grabó su éxito Quinceañera, por el cual le fue otorgado el Trébol de Oro Musart. Siguió componiendo y cantando, labor que combinó con sus estudios de derecho y Pedagogía Musical, y aprendió también varios idiomas.

El maestro Briceño fue un compositor versátil, y escribió en diversos géneros como pasajes, baladas, boleros, bambucos, pasillos y hasta himnos y música religiosa. Fue catalogado como uno de los primeros compositores de música protesta en el país, en temas como A Quién Engañas, Abuelo, Flor María, Mi pueblo, Amo y Cumbia de amor. También se destacan sus himnos a Bogotá, por sus 450 años, y el himno a Tame, Arauca, La Guajira y Cúcuta, y su famosa Misa para coros en Sol Mayor, interpretada por la Gran Coral Pontificia Juan Pablo II, de 600 integrantes, a propósito de la visita de Juan Pablo II a nuestro país, el 2 de julio de 1986.

En una presentación con sus amigos.

La gran pasión y fuente de inspiración de Arnulfo Briceño fueron los llanos orientales, su música, sus paisajes y su cultura, embrujo que le permitió crear sus piezas Hato Canaguay, para la telenovela del mismo nombre; Canta Llano, Evocando al jilguero, Sierra de la Macarena, Llanerita, Sabanalarga y Adiós a mi llano, entre otras. Pero uno de sus más grandes obras fue el premio el Centauro de Oro del Festival de la Canción Colombiana en 1967, con el tema ¡Ay, mi llanura! una canción que nació del amor hacia una tierra que Briceño aún no conocía, excepto por las novelas La vorágine y Doña Bárbara y las canciones del maestro Luis Ariel Rey, como El jilguero del llano.

El maestro Arnulfo Briceño con su cautivante voz de barítono siempre le cantó con todo su corazón, alma y vida a Colombia, a sus paisajes, gentes y entorno social. En el momento cumbre de su carrera, el folclor colombiano perdió a uno de sus más grandes exponentes, en un accidente aéreo el 11 de junio de 1989, cerca de la población de Tame, Arauca, adonde se dirigía para interpretar el himno de esta tierra. Tenía 51 años.

“El maestro Arnulfo Briceño Contreras defendió el respeto y buen uso de los derechos de autor en Colombia. Fue uno de los exponentes del folclore nacional y llanero más representativo a nivel nacional e internacional, cuyo talento a través del tiempo continúa engalanando nuestra música vernácula. Por esto y mucho más, está en un sitial altísimo en nuestra Sociedad de Autores y Compositores”, dijo César Ahumada, gerente de Sayco. (GRs-prensa).

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