Durante la pandemia una de las dificultades más grandes que tuvimos los seres humanos, fue la obligatoriedad de distanciarnos, evitar el contacto físico, lo cual representó en las personas una mayor sensación de malestar, mayor dificultad para lidiar con las emociones displacenteras, y un enorme desajuste neurobiológico, aún hoy seguimos evidenciando las consecuencias y seguramente durante varios años veremos el impacto que esto representó. 

“¿Cuántos abrazos faltaron por dar? Primero, a los recién nacidos, en una fecha importante, en las relaciones de pareja después a un desencuentro, o incluso al terminar las jornadas laborales cuando llegaba a casa. Ya no era necesario porque nos veíamos todo el día. ¿Cómo percibimos los estímulos de seguridad?, ¿Cuántos de nuestros familiares se fueron sin poderles dar ese abrazo o beso de despedida al momento de su muerte? David Bonilla, psicólogo docente de la Facultad de Psicología, Universidad El Bosque. 

La piel es el órgano más grande del cuerpo humano, tiene alrededor de 5000 terminaciones sensibles en un centímetro cuadrado de piel y permite la relación con el ambiente desde los procesos sensoperceptuales; Al  abrazar se segrega oxitocina (hormona relacionada al placer), se libera serotonina y dopamina (cargadas del buen humor), lo que genera una sensación de plenitud y armonía para el cuerpo.

El cuerpo al entrar en relación con otro ser humano en un abrazo exponen su vulnerabilidad ya que todos los órganos vitales están desprotegidos, de esta manera la tasa cardíaca y la presión arterial disminuyen y la respuesta  inmune mejora y su vez la calidad de vida. 

“En el abrazo dos cuerpos sincronizan por un instante los latidos de su corazón, la química cerebral y corporal se modifican para evidenciar que este es un gesto que está impregnado de empatía y compasión, y por tanto nos da la posibilidad de ser mejores seres humanos. . ”añade Bonilla.

Son tantos los beneficios psicofisiológicos de los abrazos que algunos autores han investigado sus propiedades para promover la salud. Paul Zak, investigador de la Universidad de Claremont, ha llegado incluso a “prescribir” 8 abrazos al día como forma de mejorar la autoestima y ralentizar el envejecimiento. 

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